Las dietas bajas en folatos y algunas vitaminas se asocian a un mayor riesgo cardiovascular

“Tanto el ambiente como el estilo de vida pueden influir en la expresión y actividad de determinados genes que no vienen determinados por el ADN, es lo que los científicos conocen como alteraciones epigenéticas”, tal y como ha destacado el doctor Manel Esteller, Director del Laboratorio de Epigenética del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, en el XXI Congreso de la Sociedad Española de Arteriosclerosis. El ser humano es una mezcla de genes y de factores ambientales (la dieta, el tabaco, los estímulos intelectuales o la higiene) que pesan tanto o más como nuestro ADN y que acaban determinando nuestra huella genética.

La pregunta es: ¿cómo se produce exactamente la interacción entre factores externos y genes? Los investigadores empiezan a desvelarlo y lo que descubren está conduciendo, entre otras cosas, a nuevos mecanismos generadores de enfermedades como el cáncer. “Cuando se descubrieron los oncogenes, hace 25 años, se pensó que ya se había descubierto la causa del cáncer. Después se vio que no era así”, comenta el doctor Esteller. Los genes y sus mutaciones son sólo parte de la historia del cáncer. “La otra parte es lo que llamamos cambios epigenéticos, debidos a modificaciones que se producen a lo largo de la vida de nuestros genes por el ambiente”, explica Esteller.

Además de en oncología, en estos momentos, es posible conocer algunas alteraciones epigenéticas asociadas a enfermedades neurodegerativas y a la enfermedad cardiovascular. “En este último caso, explica Esteller, en la formación de la placa de ateroma se han identificado algunas alteraciones concretas relacionadas con dietas bajas en folatos y en vitamina B6 y B12 que provocan una pérdida de metilación del ADN y se asocian por tanto un mayor riesgo cardiovascular.

Otras variantes genéticas como la MTHFR son también responsables de un mayor riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular y existen otras lesiones relacionadas con la modificación de las histonas (las proteínas alrededor de las que se enrolla ADN) que pueden estar provocadas por elevados niveles de LDL o VLDL”.

En estos momentos, dice este experto, “en España nos encontramos a un nivel superior al de hace cinco años en esta materia si bien esperamos, en los próximos cinco, duplicar los trabajos publicados en esta materia. Sabemos del efecto de ciertos agentes químicos en animales que podrían tener su aplicación en el desarrollo de nuevos fármacos, con lo que abierta una importante línea de trabajo en esa dirección”.

Aplicación de la genética al manejo de la enfermedad cardiovascular

En lo que respecta a la aplicación de la genética en el manejo de ciertas enfermedades, el doctor José María Ordovás, Director del Laboratorio de Nutrición y Genómica de la Universidad de Tufts, en Boston, manifiesta que, “por primera vez podemos empezar a sentirnos optimistas y confortables con los resultados de estudios geneticos aplicados a enfermedades complejas como las patologías cardiovasculares. Los avances son espectaculares y ocurren casi a diario teniendo en cuenta, además, que estas enfermedades son las que lideran el conocimiento científico al tratarse de una patología muy extendida y de alto impacto en la salud pública”. El problema de esta profusión científica, dice, es que la cantidad de datos generados es totalmente inmanejable debido a que la tecnología ha experimentado un salto increíble que no ha sido acompañado por las técnicas estadísticas.

En estos momentos, el conocimiento de las enfermedades raras (o monogénicas) está ampliamente extendido. En el caso de las patologías más comunes (o poligénicas), el doctor Ordovás señala que “los últimos meses han sido espectaculares en cuanto al descubrimiento de mutaciones genéticas asociadas a fenotipos/enfermedad para factores de riesgo como los lípidos, la diabetes, etc. Ahora queda entender dichos mecanismos y generar conocimiento aplicado como nuevas terapias y nuevos diagnósticos”.

El propósito a corto plazo de la investigación en materia genética es identificar la mayor parte de las mutaciones relevantes para el riesgo cardiovascular. A partir de ahí, ha apuntado este experto, los investigadores básicos deberán tomar esa información, desarrollar estudios moleculares que permitan entender la biología de esos genes y el desarrollo de diagnósticos y nuevas terapias. Y, por su parte, los genéticos volverán a interrogar el genoma con técnicas secuenciadoras de tercera generación a fin de conseguir secuenciar de forma rutinaria a cada individuo.

Si bien las expectativas en materia genética son prometedoras a nivel mundial, “salvo en el caso de pequeñas representaciones, España no se ha subido, de un modo institucional, al primer tren genómico. El problema es que no sabemos si este tren parará en alguna estación en la que podamos montar o cuándo saldrá otro tren”, apostilla el doctor Ordovás.

Fuente: Azprensa

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